El brazalete de Bogotá

El supuesto robo de una joya, por parte de uno de los futbolistas más queridos de Inglaterra, dio origen a una intriga política poco digna del fair play.

POR Matthew Brown

Enero 27 2021
El brazalete de bogotá

Gerd Mueller consuela a Bobby Moore, en el partido en que Alemania eliminó a Inglaterra de la Copa Mundial de la fifa México 1970. © DPA / AFP


Hace medio siglo, el capitán de la selección de fútbol de Inglaterra, Bobby Moore, fue acusado de robar una costosa pulsera de esmeraldas en Bogotá. La selección inglesa había aterrizado en la ciudad el 18 de mayo de 1970 para prepararse en altura para el Mundial de México. Su hotel, el Tequendama, representaba el país nuevo y moderno soñado por las élites de la capital. En el vestíbulo había una joyería en concesión, a la que algunos de los jugadores ingresaron alrededor de las seis de la tarde. La asistente de la tienda, identificada en El Tiempo como “una atractiva joven que atiende la joyería Fuego Verde”, acusó a Moore y a Bobby Charlton de robar un brazalete decorado con esmeraldas y diamantes. Ellos lo negaron y mostraron los bolsillos vacíos. Tras un par de días en Bogotá el equipo voló a Ecuador donde jugaron más partidos amistosos. Moore fue arrestado y acusado discretamente cuando se detuvieron en Bogotá el 25 de mayo[1].

La imagen de Bobby Moore era la de un caballero inglés incorruptible y arquetípico, que se limpió las manos antes de recibir el trofeo de la Copa Mundial 1966 de parte de la reina Isabel II. Era un héroe popular, epítome del juego limpio y un ícono de la vida nocturna de Londres. Como comentó en ese momento su entrenador, sir Alf Ramsey, no podría haber robado el brazalete porque tenía con qué comprar la tienda entera. Su arresto fue presentado como un sucio complot de chantaje latinoamericano, con el inglés como víctima.

Aunque varios hemos investigado a lo largo de los años, no encontramos pruebas fehacientes ni confesiones en los archivos que se conservan. Los propietarios de las tiendas de esmeraldas a los que preguntamos no pueden proporcionar nada definitivo. Es plausible que Moore se haya llevado el brazalete, o que se haya hecho responsable por la broma de un compañero de equipo. Sus biógrafos han revelado hasta qué punto estaba luchando por mantener una imagen impecable mientras bebía y salía de rumba, y han indicado que prometió proteger a un “tercer hombre” y nunca revelar el secreto. Moore murió de cáncer en 1993. La dependienta que lo acusó, Clara Padilla Morales, se fue a vivir a Estados Unidos y nunca más se supo de ella. Incluso si alguien finalmente la saca de su escondite para contar su versión de la historia, probablemente nunca sabremos “la verdad”. El supuesto robo del “brazalete de Bogotá” ha pasado a las brumas del tiempo, disimulado por las historias de las instituciones locales e internacionales del deporte, la política y la justicia.

 

Germán Castro Caycedo fue el periodista encargado de informar al público sobre la evolución del caso (El Tiempo, 26 de mayo de 1970).

 

Moore durante su llegada a Bogotá, horas antes de que se produjera el supuesto hurto (El Tiempo, 19 de mayo de 1970).

 

 

Lobby periodístico

A medida que revisamos las fuentes sobrevivientes, las declaraciones emitidas en ese momento, las memorias de los jugadores y los documentos que el ministerio británico de Asuntos Exteriores y de la Commonwealth (el Foreign Office) permitieron emerger con el tiempo, podemos hacernos a una idea de las formas en que se construyen la historia y la memoria pública[2]. El día del incidente, por ejemplo, los periodistas británicos que acompañaban al equipo acordaron no escribir nada sobre el incidente. Eso debería de haberlo mantenido oculto. Solo un reportero de El Tiempo, el entonces joven y ambicioso Germán Castro Caycedo, quien con los años se convirtió en uno de los principales escritores de no ficción del país, escribió una pequeña nota en la portada del día siguiente, aunque sin nombrar a Moore. Esto apareció al lado de la noticia según la cual otro jugador prestigioso, Bobby Charlton, había perdido su billetera, que contenía documentos personales y algo de dinero, presumiblemente víctima de carteristas durante una excursión para visitar a Millonarios. Historias de dinero, robo y confusión iban junto con las fotografías montadas de los futbolistas con sus trajes elegantes y sus gafas de sol[3].

 

El hotel moderno

La escena del robo fue el Hotel Tequendama, un complejo de lujo frente al Museo Nacional. El hotel tenía dos décadas y era una estructura modernista con aportes arquitectónicos de Le Corbusier. Fue construido en el sitio de la antigua Escuela Militar, donde por coincidencia histórica se jugaron lo que para algunos autores fueron los primeros partidos de fútbol de Colombia, en la década de 1890. El hotel todavía está allí hoy, como propiedad de las Fuerzas Armadas, y las tiendas de esmeraldas ofrecen sus joyas a los empleados de oficina que pasan a la hora del almuerzo. Los turistas de alto nivel y los viajeros de negocios se trastearon hace mucho a las cadenas hoteleras internacionales más seguras y caras en el norte de la ciudad. Pero en 1970 el hotel representaba la Colombia nueva que las élites de la capital esperaban llevar al mundo contemporáneo. El edificio anterior había sido destruido en 1948 durante el Bogotazo, el levantamiento popular que puso de rodillas al establecimiento político y catalizó una década de intensos conflictos civiles partidistas en todo el país, conocidos hoy como “la Violencia”. El lobby del Hotel Tequendama se proyectaba como un oasis moderno que dejaría en el pasado las amenazas de crimen y violencia.

 

Después del interrogatorio, el futbolista fue puesto bajo arresto domiciliario (El Tiempo, 28 de mayo de 1970).

 

La prensa no escatimó en registros fotográficos de la reconstrucción del robo (El Tiempo, 28 de mayo de 1970).

 

A pesar de la diligencia llevada a cabo, pocos creían en la culpabilidad del jugador (El Tiempo, 28 de mayo de 1970).

 

El otro robo de 1970

En 1970, la élite política en Bogotá luchaba por mantener su control del país al final de la “paz olvidada”, mientras una espiral de desigualdad social empujaba el reformismo a sus límites. La selección de Inglaterra llegó un mes después de las disputadas elecciones presidenciales del 19 de abril. Esta fecha marcó un evento político definitivo en la historia moderna de Colombia porque se creyó ampliamente que el establecimiento se había robado las elecciones para su candidato, Misael Pastrana Borrero, a expensas de Gustavo Rojas Pinilla, un exdictador militar convertido en populista, que encabezó las encuestas con su partido la Anapo. El grupo guerrillero M-19 (Movimiento 19 de abril) posteriormente se alzó en armas contra el Estado, llevando a cabo una serie de acciones de alto perfil y ataques terroristas. Afirmaban estar en contra de una oligarquía corrupta que defraudó a los ciudadanos comunes mediante el “robo” de las elecciones, citando las del 19 de abril como referencia[4].

Puede parecer que las cuentas electorales no tienen nada que ver con Moore y el brazalete de esmeraldas. Sin embargo, algunas gemas brillan entre fuentes turbias. El fútbol era entretenimiento público y distracción mediática. Los politólogos e historiadores colombianos han revelado los estrechos vínculos entre este deporte y el establecimiento político durante los años setenta y ochenta. El trabajo de Ingrid Bolívar y Andrés Dávila, por ejemplo, ha demostrado el papel crucial del fútbol como diversión y distracción mediática, así como por ser una vía para la movilidad social y la formación de identidad de las clases populares. Los protagonistas del caso tenían sus redes políticas. Pedro Bonnet, el abogado que representó a la joyería contra el futbolista inglés, más tarde se unió al M-19, fue senador y todavía después trabajó como funcionario del Grupo Santo Domingo, uno de los mayores del país. Entre las líneas de los informes periodísticos se percibe el trasfondo político. En ese momento un informe en El Tiempo señalaba esto de Bonnet: “Se dice que es afiliado al comunismo”. Durante el mes de mayo el presidente saliente, Carlos Lleras Restrepo, hizo anuncios conciliatorios mientras las fuerzas militares y policiales impedían las marchas de protesta e intentaban reafirmar el control estatal en el contexto de la creciente desigualdad y el crimen[5].

 

Ola de crimen

El brazalete de Bogotá desapareció durante una ola criminal. La policía identificó “un abrupto crecimiento de la criminalidad y la desorganización”, un 25% más en 1970 que el año anterior. La Policía Nacional pensó que la capital estaba “sometida a un crecimiento incontrolable en donde grandes masas de población ignorante llegan a incorporarse precariamente al consumo de servicios precarios, a un comercio irregular y en una infraestructura urbana carente de las más elementales condiciones para el trabajo”[6].

El crimen relacionado con esmeraldas estaba también en aumento. Colombia era el productor número uno del mundo. La policía tenía poco respeto por los esmeralderos que traían las piedras al mercado: “El código de la moral del esmeraldero puede describirse así: una persona de bajísimo nivel cultural que se ha enriquecido con el comercio de esmeraldas. Tiene la idea de que toda autoridad es sobornable, y de que debe hacerse respetar exclusivamente con el uso de la fuerza. Respeta profundamente los ‘pactos de caballeros’, pero está dispuesta a matar a quien le incumple o le hace una ‘tumbada’ ”. Se consideraba que un turista extranjero era “fácil víctima de los estafadores y atracadores”. La violencia inherente al comercio ilegal de esmeraldas se convirtió después en la narcoviolencia de la década de 1980[7].

Los jugadores de la selección inglesa entraron en una crisis política, social y criminológica que no tenían forma de entender. La policía estaba en alerta en medio de la ola criminal. El comercio en auge de las esmeraldas estaba en manos de gente de provincia a quienes la policía consideraba delincuentes y mentirosos naturales. El discutido proceso electoral puso en duda la legitimidad de los gobernantes elegidos. Además de esto, las operaciones de los grupos guerrilleros fueron mucho menores en mayo que durante el mes electoral de abril, cuando la violencia política alcanzó su punto máximo. Mayo de 1970 fue un mes de pocas noticias que reclamaba una gran historia[8].

 

Clara Padilla denunció el robo del brazalete avaluado en 1.300 do?lares.



 

El fútbol como establecimiento

A medida que se difundió el escándalo del brazalete, las autoridades del fútbol colombiano gradualmente se dieron cuenta de que tenían un desastre de relaciones públicas entre manos si el caso ponía el reflector de las noticias internacionales sobre el sistema legal colombiano. Moore fue liberado tras ser interrogado y lo pusieron bajo arresto domiciliario. Con la ayuda de la embajada británica, llegó a la casa de Alfonso Senior Quevedo, presidente de la Federación Colombiana de Fútbol.

Las autoridades británicas querían que Moore fuera puesto en libertad. Los representantes de la Asociación de Fútbol Inglesa que viajaban con el equipo, alarmados, enviaron mensajes a casa. Cuando el gabinete de Harold Wilson se reunió el 28 de mayo, la agenda de la sección de Asuntos Exteriores fue: “Relaciones este-oeste: reunión ministerial de la OTAN en Roma en los días 26 y 27 de mayo - Arabia: perspectivas del petróleo - Sr. Bobby Moore - Consejo Británico del Movimiento Europeo: ayudas del Estado”. Los datos limitados que se consiguen en el dominio público muestran que los políticos colombianos, los diplomáticos británicos y el personal de la embajada apoyaron de todo corazón a Moore. A lo largo de los años, mis intentos por conseguir testigos que hablen sobre esto no han dado resultado[9].

La defensa del zaguero fue rápidamente asumida por el abogado Vicente Laverde Aponte, quien había sido ministro de Justicia entre 1960 y 1962 bajo la presidencia de Alberto Lleras Camargo. La intervención de Laverde fue pro bono. Senior sabía que el fútbol distraía a los colombianos de la política. Como fundador-gerente de Millonarios, había ofrecido salarios inconcebiblemente altos para atraer a superestrellas internacionales, como Alfredo Di Stefano, a jugar en la primera liga nacional de fútbol de Colombia durante el período famoso de “el Dorado” a partir de 1948. El Dorado fue una respuesta directa al Bogotazo y a la violencia que se extendió por todo el país a principios de los cincuenta. Lo último que querían Senior y sus aliados cuando convirtieron el fútbol en un espectáculo comercializado y en un negocio profesional (un par de décadas después que otros países sudamericanos, como Argentina y Brasil) era que resultara atrapado en un escándalo legal mediatizado sobre su propio fracaso para actuar de manera profesional. No tenían presentación, por ejemplo, el caos en el lobby del hotel el día de la llegada de los ingleses, la falta de acceso a intérpretes o que encontraran cerradas con llave las puertas del prometido campo de entrenamiento.

No, definitivamente no querían que sus propias fallas salieran a la luz en una exposición legal mediatizada. Alinearon al fútbol con las redes que restablecían el control del Estado tras la disputada elección. Se realizó una recomposición del crimen, que minaba la versión de la dependiente Padilla. Utilizando sus vínculos personales con políticos liberales, como Laverde Aponte, y periódicos como El Tiempo, Senior alineó al fútbol con el establecimiento político que consolidaba el control del Estado por parte de Pastrana. Senior manejó la reputación pública de Moore, quien fue fotografiado paseando por el barrio con él y entrenando con su equipo, Millonarios[10]. No había nada que ver allí[11].

Interior del Hotel Tequendama, desde donde se aprecia la entrada a la joyería Fuego Verde. © IMS Vintage Photos.

 

Esta breve nota, publicada el 20 de mayo de 1970 en El Tiempo, es la primera en mencionar la desaparicio?n de la joya en la prensa colombiana. © Archivo de El Tiempo.

 

La verdad, la historia y la injusticia

Sin embargo, incluso con el apoyo de las autoridades del fútbol, ??un exministro de Justicia y el primer ministro británico, se tuvo que seguir con un proceso judicial. Las cosas se pusieron serias cuando, cuatro días después del supuesto robo, un nuevo testigo se adelantó para corroborar la acusación de Padilla. Era Álvaro Suárez, presentado por el dueño de la tienda como “un vendedor ambulante quien negocia en artículos precolombinos. Ollas de barro, entierros”. Era un conocido de los esmeralderos, quien dijo haber visto cuando Moore se embolsillaba el brazalete. Sin embargo, la policía y los medios lo despacharon como un personaje servil del bajo mundo. El Tiempo publicó artículos con títulos poco sutiles, como: “La gente opina: nadie cree que Moore haya robado”, y citó declaraciones oficiales de “los sentimientos de admiración y cariño que nuestro pueblo profesa al pueblo inglés”[12]. El nuevo testigo se vio marginado. Durante el arresto domiciliario, Moore fue invitado a cenas con el embajador británico y líderes empresariales, y asistió a partidos de fútbol como un espectador distinguido. Las teorías de conspiración sobre quién le había pagado a Suárez abundaban, incluso decían que los brasileños estaban orquestando una estrategia para socavar los preparativos ingleses. Moore fue liberado y viajó a México, donde disputó un famoso duelo con Pelé. Jugó hasta la posterior derrota de Inglaterra en los cuartos de final, que dejó a los británicos murmurando sobre envenenamientos y teorías de conspiración. Inglaterra no clasificó para otro Mundial sino hasta 1982.

Moore pudo participar en el torneo en México gracias a los buenos oficios de Alfonso Senior y la Federación Colombiana de Fútbol (la selección colombiana no estuvo: solo había clasificado para un Mundial, el de 1962 en Chile). Senior había sido agente de aduanas en Barranquilla y descendía de una familia de Curazao. Tenía grandes ambiciones para el fútbol colombiano y se convirtió en miembro del Comité Ejecutivo de la FIFA. A partir de 1974, cuando el inglés titular sir Stanley Rous fue derrotado en las elecciones presidenciales de la FIFA por el brasileño João Havelange, Senior estaba bien posicionado entre las cambiantes alianzas europeo-sudamericanas. Las autoridades colombianas habían persuadido a los representantes de la Football Association inglesa de que se podía confiar en ellas para resolver un problema grave. Cuando en 1974, un mes después de que Havelange llegara al poder, se votó por los derechos para ser escenario de la Copa del Mundo de 1986, la candidatura de Colombia propuesta por Senior fue seleccionada sin oposición[13].

El asunto del “brazalete de Bogotá” resurgió periódicamente en las siguientes décadas, decepcionando a Senior, Moore y todos los que creían haber resuelto la crisis. ¿Se salió con la suya o fue injustamente difamado? Al suprimir desde el primer momento la historia de lo que realmente sucedió en el lobby del hotel, y resistiendo a oportunidades de contarla años y décadas después, se aseguraron de que el episodio se uniera a otros recuerdos de injusticia en el pasado de Colombia. Probablemente había muchas verdades incómodas en las historias que se contaban. Es posible que nunca podamos despegar las suficientes capas distorsionadoras como para revelarlas o para sacar nuevas voces del silencio. A menos que alguien un día encuentre un brazalete de esmeraldas en una caja junto a las medallas de su abuelo, cuando esté limpiando el ático.

 

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1. El Tiempo, 26 de mayo de 1970; El Comercio, Quito, 27 de mayo de 1970.

2.  Hay doce documentos separados, de fo7 y fo53, relacionados con el caso, en los Archivos Nacionales del Reino Unido, incluida la declaración de Moore. Se pueden consultar en https://discovery.nationalarchives.gov.uk/results/r/1?_q=bobby%20moore. En cambio, la fuente principal del proceso legal en Colombia es la prensa escrita.

3. El Tiempo, 20 de mayo de 1970. Al día siguiente el periódico reportó que la billetera de Charlton había sido encontrada “en el bus que usó el equipo”.

4. Robert Karl, Forgotten Peace: Reform, Violence, and the Making of Contemporary Colombia (Berkeley, 2018).

5. Andrés Dávila Ladrón de Guevara, “Fútbol y política en Colombia: reflexiones politológicas en un año mundialista”, Desbordes, 5, 2014; Ingrid Bolívar, “Footballers, Public Figures, and Cultural Struggles in the 1960s and 1970s”, The International Journal of the History of Sport, 36:13-14 (2019), 1197-1217; Mauricio Archila Neira, “El Frente Nacional: una historia de enemistad social”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, 1997. El Tiempo, 27 de mayo de 1970. “¿Qué será lo que tiene el ‘negro’?”, Semana, 3 de julio, 1994. Agradezco a Carl Worswick por esta referencia.

6. Brigadier general Henry García Bohórquez, director general, Policía Nacional de Colombia, Estadística de criminalidad 1970, 13 (Bogotá, 1970), “Introducción”, 7, 11, 99, 100. Mil gracias a Max Hering Torres por compartir la fuente conmigo.

7. Policía, Estadística, 74, 133-4; Pedro Claver Téllez, La guerra verde: treinta años de conflicto entre los esmeralderos (Bogotá, 1993). Para la relación entre un ciclista olímpico y los esmeralderos, véase Matt Rendell, Olympic Gangster: The Legend of José Beyaert, Cycling Champion, Fortune Hunter and Outlaw (Londres, 2009).

8. Policía Nacional de Colombia, Estadística de criminalidad 1970, 74.

9. La agenda del gabinete se encuentra en cab 128/45/24 y se puede consultar en https://discovery.nationalarchives.gov.uk/details/r/D7664766. La policía y las fuerzas armadas británicas tenían una larga historia de asociación con sus homólogos colombianos, que se remontaba a los soldados que sirvieron en las guerras de Independencia de Colombia entre los años 1810-1820 (véase mi libro Aventureros, mercenarios y legiones extranjeras en la Independencia de la Gran Colombia, Medellín, 2010), aunque en el siglo xx esto solo se conocía muy de pasada debido a la naturaleza secreta de la relación. La Policía Metropolitana de Londres visitó Bogotá en 1949, por ejemplo, para proporcionar un informe sobre las causas y consecuencias del Bogotazo, en el que se sospechaba interferencia comunista en los disturbios y rebeliones que siguieron al asesinato de Jorge Eliécer Gaitán. Los archivos policiales sugieren que el informe siguió siendo de interés para ambas partes al menos hasta 1960. El reporte se encuentra en fo135/518 disponible en https://discovery.nationalarchives.gov.uk/details/r/C2654190. Keith Morris, quien se desempeñaba como embajador durante la crisis de 1970, ha compartido su versión hace poco en el Sunday Express, 24 de mayo de 2020.

10. Algunos ataques mordaces contra Padilla y Álvaro Suárez se pueden ver en Tantos mundiales, tantas historias (Barcelona, 2014) de Alfredo Relaño; “El hombre del brazalete”, Semana, 29 de marzo de 1993; Jorge Mario Neira Niño, 1001 anécdotas de Millonarios (Bogotá, 2012).

11. El Tiempo, 26 de mayo 1970; Laura Alejandra Naranjo Moreno, “El papel del bipartidismo en el desarrollo de los equipos de fútbol”, tesis, Universidad Santo Tomás, 2015, 90; Nicolás Arturo Castro Flórez, “Fútbol y resistencia: una mirada al fútbol colombiano en los años setenta”, tesis, Universidad de los Andes, 2016; “El hombre del brazalete”, Semana, 29 de marzo de 1993; Jorge Mario Neira Niño, 1001 anécdotas de Millonarios (Bogotá, 2012).

12. El Tiempo, 27 y 28 de mayo de 1970.

13. Senior murió en 2004 a los 91 años. Se le recuerda como “el más prestigioso y respetado administrador en toda la historia deportiva colombiana”, según Guillermo Tribín Piedrahíta. Germán Zarama de la Espriella, Yo puse a bailar al ballet azul: biografía de Alfonso Senior Quevedo (Bogotá, 2006).


 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

ACERCA DEL AUTOR


Matthew Brown

Historiador enfocado en Latinoamérica. Su último libro es "El Santuario: historia global de una batalla".